viernes, 13 de agosto de 2010

Señor ¿Aquién iremos?


"Señor, ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn6,68). ¡Queridos jóvenes de la XV Jornada Mundial de la Juventud! Estas palabras de Pedro en el diálogo con Cristo al final del discurso sobre "el pan de vida", nos toca personalmente. En estos días hemos meditado la afirmación de Juan: "El Verbo se hizo carne y vino a habitar en medio de nosotros" (Jn 1,14). El evangelista nos ha llevado al gran misterio de la encarnación del Hijo de Dios, el Hijo que se nos dio a través de María "Cuando llego la plenitud de los tiempos" (Gal 4,4). En su nombre os saludo una vez más con gran afecto. Hemos llegado al culmen de la Jornada Mundial de la Juventud. Ayer a la tarde, queridos jóvenes, hemos confirmado nuestra fe en Cristo Jesús, el hijo de Dios que el Padre ha enviado, como ha recordado la primera lectura de hoy, a llevar el alegre anuncio a los pobres, a vendar las heridas de los corazones destrozados, a proclamar la libertad de los esclavos, la excarcelación de los prisioneros...a consolar a todos los afligidos"(Is 61,1-3). Con la celebración de hoy Jesús nos introduce en el conocimiento de un aspecto particular de si misterio. Hemos escuchado en el Evangelio un trozo de su discurso tenido en la sinagoga de Cafarnaum, después del milagro de la multiplicación de los panes, donde Él se revela como verdadero pan de la vida, el pan bajado del cielo para dar la vida al mundo (cfr Jn 6,51). Es un discurso que quienes escuchan no comprenden. La prospectiva en la que se mueven es demasiado material para recoger el verdadero entendimiento de Cristo. Ellos razonan en la óptica de la carne, que "no sirve para nada" (Jn 6,63). Jesús en cambio abre el discurso sobre los horizontes infinitos del Espíritu: "Las palabras que os he dejado –insiste- son espíritu y vida" (ibid). Pero el auditorio lo rechaza: "Este lenguaje es duro; ¿Quién puede entenderlo?" (Jn 6,60). Se juzgan (se creen) personas de buen sentido, con los pies en la tierra. Por esto sacuden la cabeza y, refunfuñando, se van uno después del otro. La muchedumbre se reduce progresivamente. Al final queda sólo un desapercibido grupo de los discípulos más fieles. Pero sobre "el pan de vida" Jesús no está dispuesto a transigir, está preparado también para afrontar la separación de los más íntimos: "¿Acaso también vosotros quereis marcharos?" (Jn 6,67). "Acaso también vosotros?" La pregunta de Cristo perdura por los siglos y llega hasta nosotros, nos interpela personalmente y solicita una decisión. ¿Cuál es nuestra respuesta? Querido jóvenes, si estamos aquí hoy, es porque nos reconocemos en la afirmación del apostol Pedro: "Señor, ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn6,68). De palabras en torno a vosotros se oyen tantas, pero Cristo solamente tiene palabras que resisten al desgaste del tiempo y quedan para la eternidad. La época en la que estais viviendo os impone alguna opción decisiva: la especialización en el estudi, la orientación en el trabajo, el mismo compromiso que asumir en la sociedad y en la Iglesia. Es importante darse cuenta que, entre tantas preguntas que afloran en vuestro Espíritu, las más decisivas no se refieren a "que cosa". La pregunta de fondo es "quien": hacia "quien" ir, a "quien" seguir, a "quien" confiar la propia vida. Y bien, queridos amigos: ¿No hay en esto la confirmación de cuanto hemos escuchado del apostol Pedro? Cada ser humano antes o después se encuentra exclamando con él: "Señor, ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida Eterna.En la pregunta de Pedro: ¿A quién iremos?" está ya la respuesta acerca del camino a recorrer. Es el camino que lleva a Cristo. Y el Maestro divino es alcanzable personalmente: esta realmente presente sobre los altares en la realidad de su cuerpo y de su sangre. En el sacrificio eucarístico nosotros podemos entrar en contacto, de modo misterioso pero real, con su persona, bebiendo de la vuente inagotable de su vida de Resucitado.

La Eucaristía es el sacramento de la presencia de Cristo que se nos da a nosotros porque nos ama. El ama a cada uno de nosotros de modo especial y único en la vida concreta de cada día: en la familia, entre los amigos, en el estudio y en el trabajo, en el descanso y en el ocio. Nos ama cuando llena de frescura las jornadas de nuestra existencia y también cuando, en el dolor, permite que la prueba se abata sobre nosotros: también a través de las pruebas más duras, Él nos hace sentir su voz. Si, queridos amigos, ¡Cristo nos ama y nos ama siempre! Nos ama también cuando lo defraudamos, cuando no correspondemos a sus esperanzas para con nosotros. Él no nos cierra los brazos de su misericordia. ¿Cómo no ser agradecidos a este Dios que nos ha redimido hasta la locura de la Cruz? ¿A este Dios que se ha puesto de nuestra parte y con nosotros permanecerá hasta el fin?


Celebrar la Eucaristía "comiendo su carne y bebiendo su sangre" significa aceptar la lógica de la Cruz y del servicio. Es decir, significa testimoniar la propia disponibilidad a sacrificarse por los otros, como ha hecho Él. De este testimonio tiene extrema necesidad nuestra sociedad, tienen necesidad, más que nunca, los jóvenes, frecuentemente tentados por los espejismos de una vida fácil y cómoda, de la droga y del hedonismo, para encontrarse después en la espiral de la desesperación, de la falta de sentido, de la violencia. Es urgente cambiar el camino en la dirección de Cristo, que es también la dirección de la justicia, de la solidaridad, del compromiso por una sociedad y un futuro digno del hombre. Esta es nuestra Eucaristía, esta es la respuesta que Cristo espera de nosotros, de vosotros, jóvenes, a la conclusión de este Jubileo. Jesús no ama las medias medidas y no duda de venir a nosotros con la pregunta: "¿Queréis marcharos también vosotros?". Con Pedro, delante de Cristo, "pan de vida", también nosotros, hoy, queremos repetir: "Señor, ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn6,68).

Regresando a vuestros lugares de origen, poned la Eucaristía en el centro de vuestra vida personal y comunitaria: amadla, adoradla, celebradla, sobretodo el Domingo, día del Señor. Vivid la Eucaristía testimoniando el amor de Dios por los hombres. Confío en vosotros, queridos amigos, esto que es el más grande don de Dios a nosotros, peregrinos sobre los caminos del tiempo, pero llevando en el tiempo la sed de eternidad. Pueda serviros siempre, en cada comunidad, un sacerdote que celebre la Eucaristía! Pido esto al Señor: que florezcan entre vosotros numerosas y santas vocaciones al sacerdocio. La Iglesia tiene necesidad de quien celebre también hoy, con corazón puro, el sacrificio eucarístico.

El mundo tiene necesidad de no ser privado de la presencia dulce y liberadora de Jesús vivo en la Eucaristía. Sed vosotros mismos ferviente testimonio de la presencia de Cristo sobre nuestros altares. La Eucaristía plasme vuestra vida, la vida de las familias que forméis. La Eucaristía oriente todas vuestras opciones de vida. La Eucaristía, presencia viva y real del amor trinitario de Dios, os inspire ideales de solidaridad y os haga vivir en comunión con vuestros hermanos dispersos en cada ángulo del planeta. De la partición de la Eucaristía brote, en particular, una nueva primavera de vocaciones a la vida religiosa, que asegure la presencia en la Iglesia de fuerzas frescas y generosas para el gran cometido de la nueva evangelización. Si alguno de vosotros, queridos jóvenes, advierte en sí la llamada del Señor a donarse totalmente a Él para amarlo "con corazón indiviso (cfr 1 Cor 7,34), no se deje frenar por la duda o el miedo. Diga con coraje su propio "sí" sin reservas, fiándose de Él que es fiel en todas sus promesas. ¿Acaso, no nos ha prometido, a quien dejare todo por Él, el ciento por uno aquí abajo y después la vida eterna? (cfr Mc 10,29-30).

Al término de esta jornada mundial, mirándoos a vosotros, a vuestros rostros jóvenes, vuestro entusiasmo sincero, quiero expresar, desde lo profundo del corazón, un "gracias" sentido a Dios por el don de la juventud, que por medio de vosotros permanece en la Iglesia y en el mundo. ¡Gracias a Dios por el camino de las Jornadas Mundiales de la Juventud! ¡Gracias a Dios por tantos jóvenes que han participado a lo largo de estos 16 años! Son jóvenes que ahora, llegados a adultos, continúan viviendo en la fe allí donde residen y trabajan. Estoy cierto que también vosotros, queridos amigos, estaréis a la altura de cuantos os han precedido. Vosotros llevareis el anuncio de Cristo en el nuevo milenio. Tornando a casa no os extraviéis. Confirmad y profundizad vuestra adhesión a la comunidad cristiana a ala que pertenecéis. Desde Roma, desde la ciudad de Pedro y de Pablo, el Papa os acompaña con afecto y, parafraseando una expresión de Santa Caterina de Siena, os dice: "Si sois aquello que debéis ser, incendiareis todo el mundo" (cfr Lett.368). Miro con fe esta nueva humanidad que se prepara también por medio de vosotros, miro a esta Iglesia perennemente rejuvenecida por el Espíritu de Cristo y que hoy se alegra de vuestros propósitos y de vuestro compromiso. Miro hacia el futuro y hago mías las palabras de una vieja plegaria que canta juntamente el don de Jesús, de la Eucaristía y de la Iglesia: "Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos has revelado por medio de Jesús, tu siervo. ¡A Ti la gloria por los siglos! Como este pan partido era disperso aquí y allá sobre las colinas, y recogido llego a ser una cosa, así se reúne la Iglesia en tu Reino desde los confines de la tierra... Tu, Señor omnipotente, has creado el universo para gloria de tu nombre; has dado a los hombres el alimento y la bebida para confortarles, a fin de que te den gracias; pero a nosotros nos has dado un alimento y una bebida espiritual y la vida eterna por medio de tu hijo... ¡Gloria a Ti, por los siglos!" (Didaché 9,3-4;10,3-4). Amén.

2 comentarios:

Magicomundodecolores dijo...

Lo que pasa es que, muchos jóvenes se "echan" atrás cuando Jesús les dice que al comer su carne y beber su sangre, también deben compartir su cruz. Es que el dolor, la fealdad de la vida, la pobreza, las enfermedades, son la parte más difícil de entender y compartir. Sólo madurando en la fe podemos hacerlo, y aún así, es difícil. Debemos rezar mucho para lograr asimilar por la fe estas verdades.
Un abrazo a todas las hermanas que rezan por el mundo

Carmelita Descalza dijo...

Gracias Marisela por tu cercania y por valorar nuestra vida comtemplativa,para Dios nada es imposible se que el Señor sigue llamando a muchos jóvenes,lo que pase es que muchos de ellos estan metidos en su yo,no puden escuchar la voz de Jesús pero la pesca será grande yo tengo fe.un abrazo.
hermana Yajaire de Dios.cd