domingo, 8 de noviembre de 2009

Dejarse mirar para Vivir en la Verdad


Dejarse mirar para vivir en la verdad
Me ha pasado por la mente en infinidad de ocasiones una idea, pero no lo había explicitado con la claridad con la que hoy os la digo: para un cristiano, la Verdad tiene una característica fundamental, que es reconocer a Jesús como el Hijo de Dios. Es más, es descubrir que no puede existir verdad en plenitud fuera de Él. Él es la Verdad; en Él está la Verdad. Su Persona es la Verdad. Por tanto, todo aquél que quiera conocer la Verdad tiene que acercarse a Jesucristo. Esta es una oferta, una proposición, que realizamos los cristianos con humildad, pero con todas las consecuencias. Este acercamiento a Jesucristo, debe llevar al seguimiento y a la comunión con Él.El pasaje en el que se nos narra el camino que hace el Señor con sus discípulos a Cesarea de Filipo es clave para descubrir desde donde se capta la Verdad que es el mismo Jesucristo. En este camino es donde, mirando a los discípulos con un gran amor, les hace una doble pregunta, “¿quién dice la gente que soy yo? Y ¿quién decís vosotros que soy yo?”. La respuesta no se puede dar de cualquier forma, hay que hacerla desde el seguimiento y la comunión. La pueden dar quienes han seguido sus pasos y sus huellas y quienes han entrado en comunión de vida con Él. La respuesta por parte de Pedro en nombre de los demás fue clara: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. ¡Qué fuerza más rompedora de la existencia tiene esta respuesta! La Verdad es una Persona. No cualquier persona, sino el Hijo de Dios. El mismo que nació de María la Virgen. Esta Verdad solamente puede ser captada desde el interior de una relación con esta Persona. Por eso, os invito a mantener esta relación personal con Jesucristo. Sé que todos los hombres quieren vivir en la Verdad y desean conocer la Verdad, por eso os invito a entrar en relación con quien es la Verdad, con Jesucristo. Los grandes santos, los grandes hombres de Dios, han sido hombres y mujeres de la Verdad, conquistada por una relación intensa con quien es la Verdad, Jesucristo.¿Cómo encontrarse con la Verdad y vivir en la Verdad? Es algo tan sencillo de lograr como dejarse mirar por Jesucristo. En el dejarse mirar por el Señor alcanzamos la Verdad. Recordemos al Apóstol Pedro cuando, durante la pasión, niega al Señor tres veces. Incluso es capaz de jurar en falso diciendo que no le conoce de nada. En aquel momento dice repetidamente una mentira, quizá por miedo. Pero enseguida llegó el arrepentimiento. Y vino por una mirada que le dirigió el Señor. Con toda precisión visual nos lo muestra el Evangelio: “Jesús volviéndose miró a Pedro”, y fue entonces cuando Pedro “se acordó de las palabras que le había dicho: antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces. Y saliendo afuera, lloró amargamente” (Lc 22, 61-62). ¡Qué fuerza tiene la mirada de Jesús! Tan sólo cuando Jesús le mira, más aún, le busca con la mirada volviéndose hacia él y fijando en él sus ojos, es cuando Pedro recuerda el camino recorrido con el Maestro y las palabras de vida que sólo a Él oyó pronunciar. Entonces es cuando adquiere conocimiento en plenitud de la Verdad y de su propia falsedad, llevándole a derramar lágrimas amargas, pero verdaderas, liberadoras y reconciliadoras. Esta es la clave que debemos recordar al hombre actual: dejarse mirar por la Verdad, para vivir en Verdad. Podríamos afirmar que las lágrimas de Pedro son oraciones mudas, que merecen el perdón aun sin pedirlo. Quizá es la mejor manera de expresar el arrepentimiento. A veces para responder a ese encuentro con la Verdad que es Jesucristo no hay palabras. Esto le ocurre a Pedro; por eso, sus lágrimas expresan lo que experimenta dentro de él. Las palabras le habían impulsado a traicionar, a pecar, a negar y prefiere hacer una confesión de fe con lágrimas. Profunda confesión que continuará más tarde, cuando el Señor le pregunta por tres veces: “Simón, ¿me amas?” (Jn 21, 17). Las tres veces Pedro responde: “Señor tú sabes que te amo”. A la tercera vez se entristece. Pero el Señor le entrega una responsabilidad grande, “apacienta mis ovejas”. Antes de derramar las lágrimas era un traidor, ahora después es elegido como pastor y encargado de dirigir a los otros. Sin lágrimas no hay camino hacia la verdad humana y mucho menos hacia la Verdad cristiana. Y es que las lágrimas son necesarias, pues llegan a la existencia de una persona cuando descubrimos nuestras incoherencias y nuestras contradicciones, nuestros temores y villanías, nuestra falta de verdad. La historia nos urge a encontrarnos con la Verdad.La Verdad, que es Jesucristo mismo, supone un contacto personal de gran intensidad, donde la Verdad y el Amor se unen. En esa intensidad, la Verdad se une con el Amor y con el Amor de una Persona concreta, que no solamente es ternura y calor, sino también luz que ilumina cualquier espacio y descubre cualquier mentira, porque me ama de veras. Hay que tener la experiencia del Amor para vivir la Verdad. Amor de Aquél que me escudriña y me conoce, que sabe cuando estoy sentado y cuando me levanto, que penetra desde lejos mis pensamientos y conoce mi palabra aun antes de que ésta se halle en mi lengua, que pone sobre mí su mano y su mirada (cf. Sal 139, 1-4). No sería creíble el Amor de quien no me ayudara a descubrir mi verdad y mi mentira. De la misma manera no sería creíble el anuncio del Evangelio que hace un cristiano, mientras no ha llorado ante la mirada penetrante y misericordiosa de Dios, permitiendo que se fijen en él los ojos del Maestro.Déjate mirar por Jesucristo, por la Verdad. Somos nosotros los que tenemos que ser conquistados por la Verdad de una vez para siempre. Es la Verdad, es Jesucristo, quien nos seduce y conquista. Es la verdad que viene de Dios. Es la Verdad que ilumina dentro de nosotros y nos hace descubrir ángulos oscuros y ocultos de nuestro yo. Es la Verdad la que nos sana y la que nos hace sentir que somos bienaventurados, dichosos, felices. Únicamente en Jesucristo, el hombre puede descubrirse a sí mismo y descubrir su misterio, aferrándose a Él, reconociéndole como el camino, la Verdad y la Vida. T. Merton decía así: “Mi existencia, mi paz y mi felicidad dependen de un solo problema: el de descubrirme a mí mismo descubriendo a Dios. Si lo encuentro a Él, me encontraré a mí mismo, y si encuentro mi verdadero yo, le encontraré a Él” (T. Merton, Semi di contemplazione, Milán 1955, 18). Déjate mirar por Jesucristo. Prueba esta mirada, auque sea por un instante. Déjate por lo menos mirar por quienes han vivido una amistad íntima con Dios y con los santos para vivir con la fuerza liberadora y reconciliadora de la Verdad.

Con gran afecto, os bendice

+ Carlos, Arzobispo de Valencia

1 comentario:

Angelina de Maria dijo...

HERMANA QUERIDA: ME PASE POR SU BLOG Y HALLE HERMOSAS PALABRAS DEL CIELO, QUE DIOS LAS BENDIGA Y EL MANTO DE MARIA LAS PROTEJA PARA SEGUIR SEMBRANDO EN ESTE MUNDO.

LAS ABRAZA ANGELINA DE MARIA-FORMOSA ARGENTINA.
SERVIDORA LAICA DE LA VIRGEN MARIA DE LA SAGRADA EUCARISTIA.