miércoles, 25 de febrero de 2009

Miércoles de Ceniza

Cada año, con el llamado "Miércoles de Ceniza", los católicos iniciamos el tiempo de la Cuaresma, tiempo en el que la liturgia de la Iglesia católica nos invita a una reflexión y actuación sobre nuestras vidas, sobre su sentido, su origen, su misión, su destino último.Se trata, por tanto, de un tiempo "fuerte" para la "metanoia"o "conversión" que - en teología y vida cristiana - significa una adecuación de nuestro ser, existir y actuar a la misma vida de Jesucristo, a su evangelio, a sus valores, a sus convicciones, a su propuesta de vida: gastar la vida en servicio al evangelio, es decir, a favor de los otros, especialmente de los más necesitados, para obtener la vida eterna, la vida feliz, la vida plena.Por ello, la Cuaresma es un camino bíblico, pastoral, litúrgico y existencial para cada creyente personalmente y para la comunidad cristiana en general que comienza con la ceniza y concluye con la noche del lucernario, la noche del fuego y de la luz: la noche santa de la Pascua de Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
La Cuaresma simboliza, nos señala y recuerda un "paso", una pascua, un itinerario a seguir de manera permanente: el paso de la nada a la existencia, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de lo insignificante a la vida abundante en Dios, por medio de su Hijo Jesucristo. Y es que convertirnos significa destruir, dejar atrás, quemar, volver cenizas el "hombre viejo", el hombre-sin-Cristo para revestirnos del hombre "nuevo", el hombre-en-el-espíritu, que es fuego nuevo en el mundo.El Miércoles de Ceniza, mientras el ministro impone la ceniza al penitente dice estas dos expresiones alternativamente: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio" y/o "Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver." Signo y palabras que expresan muy adecuadamente nuestra creaturalidad, nuestra absoluta dependencia de Dios, nuestro peregrinaje hacia una patria definitiva, nuestra caducidad.
¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo.
¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
Thomas Merton.

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