"Teniendo un deseo inmenso del martirio, acudí a las cartas de san Pablo, para tratar de hallar una respuesta. Mis ojos dieron casualmente con los capítulos doce y trece de la primera carta a los Corintios, y en el primero de ellos leí que no todos pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas y doctores, que la Iglesia consta de diversos miembros y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano. Una respuesta bien clara, ciertamente, pero no suficiente para satisfacer mis deseos y darme la paz.
Continué leyendo sin desanimarme, y encontré esta consoladora exhortación: Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. El Apóstol, en efecto, hace notar cómo los mayores dones sin la caridad no son nada y cómo esta misma caridad es el mejor camino para llegar a Dios de un modo seguro. Por fin había hallado la tranquilidad.
Al contemplar el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido a mí misma en ninguno de los miembros que san Pablo enumera, sino que lo que yo deseaba era más bien verme en todos ellos.
En la caridad descubrí el quicio de mi vocación. Entendí que la Iglesia tiene un cuerpo resultante de la unión de varios miembros, pero que en este cuerpo nunca falta el más necesario y noble de ellos: entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo en amor. Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros y que, si faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en si todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno.
Entonces, llena de una alegría desbordante exclamé: «Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación; mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo, y mi deseo se verá colmado.»
7 comentarios:
Bueno hermana, leyendo lo que nos escribe va ud. a conseguir que sea un buen cristiano.
Me quedo con una frase para meditar: "En la caridad descubrí el quicio de mi vocación".
Hermosa fiesta para la Iglesia la de hoy!
Continuemos por el caminito que nos dejo Santa Teresita, de confianza y amor, porque para almas pequeñitas, nada de metodos muy complicados... "Ahora solo me guia el abandono, no tengo ya otra brujula"...
Estamos unidas en Él, hermanita gemela del alma.
Querida hermana: en la Misa de ayer, con la fiesta de santa Teresita, me acordé especialmente de usted, para que el Señor le de sus gracias y este blog suyo sea un manantial de Gracia de Dios para todos nosotros.
Un abrazo
La lectura de la vida de Santa Teresita impactó a Luis. Cuando las reliquias llegaron a León, las carmelitas descalzas -nuestras amigas- pidieron a Luis que diera un testimonio en la misa con sus reliquias sobre la influencia de Santa Teresita en su vida. Me emocionó verle transportar las reliquias hasta el cementerio de las carmelitas porque las hermanas querían acercar a la Santa hasta la tumba de la fundadora del convento de León. Un abrazo
María Jesús
Hermana: soy Militos. Mi nombre es Milagros, pero desde niña me llaman Militos. Soy una madre de diez hijos, ya todos fuera de casa. Y casi todos con muchas dificultades, como ocurre en este mundo nuestro de hoy día. En mi casa tengo un nieto de dieciseis años que vive con mi marido y conmigo y al que ahora me dedico por completo. Mi fe en Dios desde los trece años, que tuve un acercamiento especial a El,
gracias a las religiosas de mi colegio a las que nunca he olvidado, es mi único tesoro.
No sé que más puedo decirla para que me conozca un poco más. Si alguna vez me lee podrá saber como soy porque siempre escribo lo que llevo dentro. Por eso mi blog se llama De Dentro.
Muchas gracias por mantener este blog. Un abrazo
Querida hermanita, felicitaciones por tan buena elaboración, es necesario dejarse guiar y acompañar... que mejor compañera y animadora en la larga jornada que la peque de Lisieux... el buen Dios nos sigue mirando hoy con tal facinación que cualquier excusa es valida para amarle... bendiciones y que cada día de nuestras vidas nuestros preciados santos sigan en su labor educadora de las almas para llevarlas a los pies de jesús.
Publicar un comentario