viernes, 14 de noviembre de 2008

Si me preguntaran por el secreto de la felicidad..

Si me preguntaran por el secreto de la felicidad, diría que consiste en desentenderse de nosotros mismos, en negarse constantemente.
He aquí un método eficaz para vencer el orgullo: matarlo de hambre. Mira, el orgullo es amor propio. Pues bien; el amor de Dios debe ser tan fuerte que anule por completo nuestro amor propio.
San Agustín dice que existen en nosotros dos ciudades: la ciudad de Dios y la mía. Cuanto más crezca la primera más disminuirá la segunda. Un alma que viva de fe, bajo la mirada de Dios, que posea aquel ojo puro de que habla Cristo en el Evangelio (Mt. 6, 22) es decir, esa pureza de intención que sólo ve a Dios en todas las cosas, esa alma vivirá también en humildad y reconocerá los dones que ha recibido porque la humildad es la verdad.

El alma nada se apropia. Todo se lo atribuye a Dios como hacía la Santísima Virgen.
Coloca entonces tu miseria como María Magdalena a los pies del divino Maestro y suplicale que te libre de ella. ¡Le agrada tanto ver que un alma reconoce su fragilidad! En ese momento,
como decía una gran santa, el abismo de la inmensidad de Dios se encuentra frente por frente del abismo de la nada de la criatura y Dios abraza esa nada.
Querida, no es orgullo pensar que no te gusta la vida fácil. Pienso ciertamente que Dios quiere que tu vida se desarrolle en una atmósfera donde se respire aire divino. Mira, me causan profunda compasión las almas que no saben vivir por encima de este mundo y de las cosas superficiales. Viven
esclavizadas y quisiera decirles: Sacudid el yugo que os oprime. ¿Por qué no rompéis esos lazos que os tienen prisioneras y os sujetan a cosas que valen menos que vosotras?.
Sólo poseen la felicidad en este mundo los que, despreciándose y olvidándose de sí, eligieron
la cruz por herencia. Qué dulce paz reina en el alma cuando busca su alegría en el dolor.
...Para conseguir el ideal del alma es necesario vivir vida sobrenatural. Es decir no debemos obrar nunca naturalmente.
Hay que ser conscientes de que Dios mora en nuestro interior y que hay que realizar con Él todas las cosas. Dejamos de ser entonces superficiales, incluso en nuestras acciones más ordinarias, porque nuestra vida ya no está inmersa en ellas.
Las supera. Un alma sobrenatural no trata nunca con las causas segundas sino solamente con Dios. Entonces, su vida se simplifica, se asemeja a la vida de los Bienaventurados, se libera de sí misma y de todas las cosas. Para ella todo se reduce a la unidad, a ese único necesario de que hablaba el divino Maestro a la Magdalena (Lc. 10, 42).
Es un alma realmente grande y libre porque tiene su voluntad inmersa en la voluntad divina.
(Sor Isabel de la Trinidad)
Carta a Francisca Sourdon

4 comentarios:

Natalia dijo...

Hola hermana! que hermoso este escrito, siempre llego en el momento justo a visitarte y me hace de bien...
yo me quedo con una frase en especial, buscar en el dolor la felicidad...
yo a menudo lo hago, y esa es mi manera de sentir que DIos nunca me abandona!!! besos.

maria jesus dijo...

Estuve en el Cerro de los Angeles, en la Iglesia del convento de las carmelitas. Recé por las vocaciones. Un abrazo hermana

Dove dijo...

Qué grandes verdades... Qué regalo son sus escritos... y cómo inspiran y alientan el corazón para seguir ese camino, aunque no resulte nada fácil.
Un abrazo,hermana.

maria jesus dijo...

Hermana, pasaba por aquí, lo hago a menudo. Feliz fiesta de Cristo Rey